Comentario diario

Desapercibido

Empieza el evangelio de hoy: En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Entró en una casa procurando pasar desapercibido, pero no logró ocultarse.

Jesús ha abandonado Galilea y ha salido del territorio de Israel. Algún comentarista señala que lo hizo para poder estar a solas con sus discípulos. De ahí quizás el deseo de pasar desapercibido. Sin embargo, su fama le precede. En este texto se manifiesta la verdadera humanidad de Jesús. Podría, dada su condición divina, hacer que no le molestaran, o idear cualquier ardid para que nadie supiera de su presencia, pero no lo hace. Deja que las cosas sigan su curso natural y, aunque le hubiera gustado permanecer en la discreción, se ve afectado por el curso de los acontecimientos. Nada escapa al designio de Dios, pero aquí nos lleva a considerar su verdadera humanidad. Todo, en Jesús se ordena a la salvación de los hombres en el fiel cumplimiento de la voluntad del Padre. No organiza las cosas buscando su comodidad. Ningún instante de la vida terrena de nuestro Salvador se ordena a sí mismo fuera del designio redentor. Está en la misma línea que le viaje de María y José a Belén, la huida a Egipto o, con mayor intensidad, la en oración de Getsemaní. Bendita humanidad de Cristo a través de la cual se nos manifiesta el amor misericordioso de Dios.

Entonces aparece aquella mujer cananea cuyos gritos siguen lacerando nuestras conciencias que, con frecuencia, abandonan la oración cuando no es respondida de inmediato. La mujer era pagana, fenicia de Siria puntualiza Marcos, pero ¡cómo pide!. ¡Tantas veces la reducimos a un vago sentimiento de confianza equiparable a la que tenemos en que nos toque un décimo de la lotería! El corazón de Jesús no es duro, en absoluto, pero sí celoso de que su amor no se confunda con un sentimentalismo delicuescente. Aquella mujer memorable comprende, porque ama a su hija que está en manos de un demonio, y dialoga con Cristo. Si Él acrisola su fe haciéndola esperar con aparente indiferencia, ella tuerce el argumento de Cristo, manteniéndose en la humildad de quien suplica misericordia. Y Jesús se deja ?vencer? porque ha encontrado a una que comprende: que ha conducido su dolor al Corazón amante de Quien tanto sabe del dolor humano. ¡Bendita humanidad de Jesús! ¡Bendito Jesús que nos ama con Corazón de carne!

Quiero amar a los demás como la cananea amaba a su hijo. Quiero hablar con Cristo con esa franqueza que no desprecia el sufrimiento que hay en el mundo pero que está convencida del poder infinito de Dios. En medio, la fe.