A través de dos mil años de historia, en la Iglesia se conserva la sucesión apostólica. Y, entre los Apóstoles, el mismo Cristo hizo objeto a Simón de una elección especial: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Pedro se traslada a Roma y fija allí la sede del primado, del Vicario de Cristo. Confirma al pueblo de Dios en la fe.