Comentario diario

?Es sencillo ser feliz; lo difícil es ser sencillo?. No sé dónde leí hace poco este adagio, pero viene como anillo al dedo para el comentario de hoy. Humanamente hablando, la disposición fundamental para que la gracia divina germine adecuadamente en nuestras vidas es la virtud de la humildad. Esta condición enfrenta el peor pecado que ensombrece la luz de Dios en nuestra vida: la soberbia. Y, por ende, el mayor de los obstáculos que enfrentamos todos los días y la causa de nuestra infelicidad.

Advertencia: la reducción del lenguaje puede jugar una mala pasada. Hablo de la virtud de la humildad, no de la condición social de alguien (?esta persona es «humilde»?, vg. «pobre»)

El humilde es feliz; el orgulloso es un cascarrabias. Como tenemos de las dos cosas en nuestro interior, esto nos da un termómetro para saber por dónde van los tiros de la solución a muchos de nuestros problemas, que en realidad no lo son tanto.

La humildad se manifiesta, entre otras cosas, en la sencillez: el amor a las personas y a las cosas en su verdad. De lo contrario, puede que caigamos en la telaraña de la apariencia, recurriendo a máscaras en nuestra vida, manifestando sólo aquello que por interés o comodidad es oportuno dependiendo del auditorio; o bien, oscureciendo en nuestra conciencia la búsqueda de aquello que es bueno, bello, loable, verdadero. Teniendo en cuenta el deber moral que tenemos de buscar siempre la verdad, esto causa estragos.

El dichoso subjetivismo, omnipresente en la imperativa ética del nuevo orden mundial genera una gran falta de sencillez y, por lo tanto, un sufrimiento atroz a causa del amarre del corazón a unas tonterías que nos dejan en la eterna edad del pavo de frustraciones, iras, desganas y puras apentecias?

Otro peligro habitual es confundir sencillez con simplonería: de hecho, se utiliza el psudónimo ?sencillo? para indicar que una persona tiene un origen social menor, o tiene poca capacidad intelectual. De esta violencia del lenguaje no pueden salir cosas buenas. Igual pasa con la virtud cardinal de la prudencia, uno de los conceptos más fuertes que existen en la vida moral por ordenar nuestra vida hacia el bien y la verdad, y que ha quedado reducido a indicar ?persona apocada?. En fin?

La sencillez de los niños les lleva a ir a lo esencial: papá es siempre papá. Da igual que sea el presidente del mundo. En una conferencia internacional, en una boda de postín, el niño hace siempre lo mismo, porque no distingue facetas: irá a buscar los brazos de su padre, o a decirle una tontería espectacular. Lejos de ser una falta de educación, es muestra de esta cualidad que hoy Cristo quiere enseñarnos: la sencillez es lo que nos hace importantes para Dios. Nos hace semejantes a Él, que es sencillo y humilde. Nada de ñoñería, ni de buenismo; tampoco de altivez ni autoritarismo.