Liturgia de las horas

Vísperas

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO 

¡Luz que te entregas!,
¡luz que te niegas!,
a tu busca va el pueblo de noche:
alumbra su senda.
 
Dios de la luz, presencia ardiente
sin meridiano ni frontera:
vuelves la noche mediodía,
ciegas al sol con tu derecha.
 
Como columna de la aurora,
iba en la noche tu grandeza;
te vio el desierto, y destellaron
luz de tu gloria las arenas.
 
Cerró la noche sobre Egipto
como cilicio de tinieblas;
para tu pueblo amanecías
bajo los techos de las tiendas.
 
Eres la Luz, pero en tu rayo
lanzas el día o la tiniebla:
ciegas los ojos del soberbio,
curas al pobre su ceguera.
 
Cristo Jesús, tú que trajiste
fuego a la entraña de la tierra,
guarda encendida nuestra lámpara
hasta la aurora de tu vuelta.

Ant. 1. La Virgen concibió por la palabra de Dios, permaneció virgen, dio a luz al Rey de los reyes.

Salmo 118, 105-112
HIMNO A LA LEY DIVINA
Este es mi mandamiento, que os améis unos a otros (Jn 15, 12).

Lámpara es tu palabra para mis pasos,
luz en mi sendero;
lo juro y lo cumpliré:
guardaré tus justos mandamientos;
¡estoy tan afligido!
Señor, dame vida según tu promesa.
 
Acepta, Señor, los votos que pronuncio,
enséñame tus mandatos;
mi vida está siempre en peligro,
pero no olvido tu voluntad;
los malvados me tendieron un lazo,
pero no me desvié de tus decretos.
 
Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón;
inclino mi corazón a cumplir tus leyes,
siempre y cabalmente.

Ant. La Virgen concibió por la palabra de Dios, permaneció virgen, dio a luz al Rey de los reyes.

Ant. 2. Festejad a Jerusalén; el Señor ha derivado hacia ella, como un río, la paz.

Salmo 15
EL SEÑOR ES EL LOTE DE MI HEREDAD
Dios resucitó a Jesús, rompiendo las ataduras de la muerte (Hch 2, 24).

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: "Tú eres mi bien".
Los dioses y señores de la tierra
no me satisfacen.
 
Multiplican las estatuas
de dioses extraños;
no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.
 
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano:
me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.
 
Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
 
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
 
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

Ant. Festejad a Jerusalén; el Señor ha derivado hacia ella, como un río, la paz. 

Ant. 3. Nos ha nacido Cristo, Dios de Dios, Luz de Luz, el que era en el principio. 

Cántico Flp 2, 5-11
CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
 
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
 
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre";
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Ant. Nos ha nacido Cristo, Dios de Dios, Luz de Luz, el que era en el principio. 

LECTURA BREVE 1Jn 5, 20
 
Sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia para que conozcamos al Verdadero. Nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el Dios verdadero y la vida eterna.
 
RESPONSORIO BREVE
 
V. La Palabra se hizo carne. Aleluya, aleluya.
R. La Palabra se hizo carne. Aleluya, aleluya.
V. Y puso su morada entre nosotros.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. La Palabra se hizo carne. Aleluya, aleluya.
 
CÁNTICO EVANGÉLICO 
 
Ant. La gracia del cielo ha penetrado en las entrañas de una madre virgen: el vientre de una doncella encierra misterios que superan su conocimiento.

MAGNIFICAT Lc 1, 46-55
ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
 
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
 
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
 
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. La gracia del cielo ha penetrado en las entrañas de una madre virgen: el vientre de una doncella encierra misterios que superan su conocimiento. 

PRECES
 
Adoremos a Cristo, que se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado, y supliquémosle con fe ardiente, diciendo:
 
Por tu nacimiento, socorre, Señor, a quienes has redimido.
 
Tú que al entrar en el mundo has inaugurado el tiempo nuevo anunciado por los profetas, 
— haz que tu Iglesia se rejuvenezca siempre.
 
Tú que asumiste las debilidades de los hombres, 
— dígnate ser luz para los ciegos, fuerza para los débiles, consuelo para los tristes.
 
Tú que naciste pobre y humilde,
— mira con amor a los pobres y dígnate consolarlos.
 
Tú que por tu nacimiento terreno anuncias a todos la alegría de una vida sin fin, 
— alegra a los agonizantes con la esperanza de un nacimiento eterno.
 
Tú que descendiste al mundo para que los hombres pudieran ascender al cielo, 
— admite en tu gloria a todos los difuntos.
 
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad  en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

ORACIÓN

Dios todopoderoso, que tu Salvador, luz de redención que surge en el cielo, amanezca también en nuestros corazones y los renueve siempre. Por nuestro Señor Jesucristo. 

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.